Über
eine Zeit war wieder ein Fest, da bat Allerleirauh
den Koch wie vorigesmal um Erlaubnis, zusehen
zu dürfen. Antwortete er: »Ja,
aber komm in einer halben Stunde wieder
und koch dem König die Brotsuppe, die
er so gerne ißt.«
Da lief es in sein Ställchen, wusch
sich geschwind und nahm aus der Nuß
das Kleid, das so silbern war wie der Mond,
und tat es an. Da ging sie hinauf und glich
einer Königstochter, und der König
trat ihr entgegen und freute sich, daß
er sie wiedersah, und weil eben der Tanz
anhub, so tanzten sie zusammen. Als aber
der Tanz zu Ende war, verschwand sie wieder
so schnell, daß der König nicht
bemerken konnte, wo sie hinging. Sie sprang
aber in ihr Ställchen und machte sich
wieder zum Rauhtierchen und ging in die
Küche, die Brotsuppe zu kochen. Als
der Koch oben war, holte es das goldene
Spinnrad und tat es in die Schüssel,
so daß die Suppe darüber angerichtet
wurde. Danach ward sie dem König gebracht,
der aß sie und sie schmeckte ihm so
gut wie das vorigemal, und ließ den
Koch kommen, der mußte auch diesmal
gestehen, daß Allerleirauh die Suppe
gekocht hätte. Allerleirauh kam da
wieder vor den König, aber sie antwortete,
daß sie nur dazu wäre, daß
ihr die Stiefel an den Kopf geworfen würden
und daß sie von dem goldenen Spinnrädchen
gar nichts wüsste.
Al cabo
de algún tiempo se celebró otra
fiesta, y, como la vez anterior, Bestia Peluda
pidió al cocinero que le permitiese
subir a verla. El respondió
-sí, pero vuelve dentro de media hora
a preparar aquella sopa que tanto gusta al
rey.
Entonces la muchacha corrió a la cuadra,se
lavó rápidamente, sacó
de la nuez el vestido plateado como la luna,
y se lo puso. Se dirigió luego a la
sala de fiestas, con el aspecto de verdadera
princesa, y el rey salió nuevamente
a su encuentro, muy contento de verla, y como
en aquel preciso momento empezaba el baile,
bailaron juntos. Terminada la danza, volvió
ella a desaparecer con tanta rapidez que el
rey no logró descubrir tampoco qué
dirección había seguido. La
muchacha corrió a la cuadrita, se vistió
de nuevo de Bestia Peluda y se fue a la cocina,
a guisar la sopa. Mientras el cocinero estaba
arriba, ella fue a buscar su rueca de oro
y la echó en la sopera, vertiendo encima
la sopa, que fue servida al rey que la comió
y la encontró tan sabrosa como la otra
vez, e hizo venir al cocinero, el cual no
tuvo más remedio que admitir que Bestia
Peluda había preparado la sopa.
La muchacha fue llamada nuevamente ante el
rey, pero volvió a contestar que sólo
servía para que le arrojasen las botas
a la cabeza, y que nada sabía de la
rueca de oro.