Außer
dem Mittagsessen sahen wir, ich und mein
Geschwister, tagüber den Vater wenig.
Er mochte mit seinem Dienst viel beschäftigt
sein. Nach dem Abendessen, das alter Sitte
gemäß schon um sieben Uhr aufgetragen
wurde, gingen wir alle, die Mutter mit
uns, in des Vaters Arbeitszimmer und setzten
uns um einen runden Tisch. Der Vater rauchte
Tabak und trank ein großes Glas Bier
dazu.
Salvo
en las horas de las comidas, mis hermanos
y yo veíamos a mi padre bastante
poco. Estaba muy ocupado en su trabajo.
Después de la cena, que, conforme
a las antiguas costumbres, se servía
a las siete, íbamos todos, nuestra
madre con nosotros, al despacho de nuestro
padre, y nos sentábamos a una mesa
redonda. Mi padre fumaba su pipa y bebía
un gran vaso de cerveza.
Oft erzählte er uns viele wunderbare
Geschichten und geriet darüber so
in Eifer, daß ihm die Pfeife immer
ausging, die ich, ihm brennend Papier hinhaltend,
wieder anzünden mußte, welches
mir denn ein Hauptspaß war. Oft gab
er uns aber Bilderbücher in die Hände,
saß stumm und starr in seinem Lehnstuhl
und blies starke Dampfwolken von sich,
daß wir alle wie im Nebel schwammen.
An solchen Abenden war die Mutter sehr
traurig und kaum schlug die Uhr neun, so
sprach sie: »Nun Kinder! - zu Bette!
zu Bette! der Sandmann kommt, ich merk
es schon.«
Con frecuencia
nos contaba historias maravillosas, y sus
relatos lo apasionaban tanto que dejaba
que su pipa se apagase; yo estaba encargado
de encendérsela de nuevo con una
astilla prendida, lo cual me producía
un indescriptible placer. También
a menudo nos daba libros con láminas;
y permanecía silencioso e inmóvil
en su sillón apartando espesas nubes
de humo que nos envolvían a todos
como la niebla. En este tipo de veladas,
mi madre estaba muy triste, y apenas oía
sonar las nueve, exclamaba: «Vamos
niños, a la cama... ¡el Hombre
de Arena está al llegar...! ¡ya
lo oigo!»