Es war
dem so. Clara hatte die lebenskräftige
Fantasie des heitern unbefangenen, kindischen
Kindes, ein tiefes weiblich zartes Gemüt,
einen gar hellen scharf sichtenden Verstand.
Die Nebler und Schwebler hatten bei ihr
böses Spiel; denn ohne zu viel zu
reden, was überhaupt in Claras schweigsamer
Natur nicht lag, sagte ihnen der helle
Blick, und jenes feine ironische Lächeln:
Liebe Freunde! wie möget ihr mir denn
zumuten, daß ich eure verfließende
Schattengebilde für wahre Gestalten
ansehen soll, mit Leben und Regung? -
Así
era. Clara poseía la imaginación
alegre y vivaz de un niño inocente,
un alma de mujer tierna y delicada, y una
inteligencia penetrante y lúcida.
Los espíritus ligeros y presuntuosos
no tenían nada que hacer a su lado,
pues ella, sin muchas palabras, conforme
a su temperamento silencioso, parecía
decirles con su mirada transparente y su
sonrisa irónica: «Queridos
amigos, ¿pretenden que mire sus tristes
sombras como auténticas figuras animadas
y con vida?»
Clara
wurde deshalb von vielen kalt, gefühllos,
prosaisch gescholten; aber andere, die
das Leben in klarer Tiefe aufgefaßt,
liebten ungemein das gemütvolle, verständige,
kindliche Mädchen, doch keiner so
sehr, als Nathanael, der sich in Wissenschaft
und Kunst kräftig und heiter bewegte.
Clara hing an dem Geliebten mit ganzer
Seele; die ersten Wolkenschatten zogen
durch ihr Leben, als er sich von ihr trennte.
Mit welchem Entzücken flog sie in
seine Arme, als er nun, wie er im letzten
Briefe an Lothar es verheißen, wirklich in seiner Vaterstadt ins Zimmer der Mutter
eintrat. Es geschah so wie Nathanael geglaubt;
denn in dem Augenblick, als er Clara wiedersah,
dachte er weder an den Advokaten Coppelius,
noch an Claras verständigen Brief,
jede Verstimmung war verschwunden.
Por esta razón Clara fue acusada
por muchos de ser fría, prosaica
e insensible. Pero otros, que veían
la vida con más claridad, amaban
fervorosamente a esta joven y encantadora
muchacha; pero nadie tanto como Nataniel,
quien se dedicaba a las ciencias y a las
artes con pasión. Clara le correspondía
con toda su alma. Las primeras nubes de
tristeza pasaron por su vida cuando se separó
de ella. ¡Con cuánta alegría
se arrojó en sus brazos cuando él,
al volver a su ciudad natal, entró
en casa de su madre, como había anunciado
en su última carta a Lotario! Sucedió
entonces lo que Nataniel había imaginado;
en el momento en que volvió a ver
a Clara desapareció la imagen del
abogado Coppelius y la fatal y razonable
carta de Clara, que tanto lo había
contrariado.