»Augen
her, Augen her!« rief Coppelius mit
dumpfer dröhnender Stimme. Ich kreischte
auf von wildem Entsetzen gewaltig erfaßt
und stürzte aus meinem Versteck heraus
auf den Boden. Da ergriff mich Coppelius, »kleine
Bestie! - kleine Bestie!« meckerte
er zähnfletschend! - riß mich
auf und warf mich auf den Herd, daß die
Flamme mein Haar zu sengen begann: »Nun
haben wir Augen - Augen - ein schön
Paar Kinderaugen.« So flüsterte
Coppelius, und griff mit den Fäusten
glutrote Körner aus der Flamme, die
er mir in die Augen streuen wollte. Da
hob mein Vater flehend die Hände empor
und rief. »Meister! Meister! laß meinem
Nathanael die Augen - laß sie ihm!« Coppelius
lachte gellend auf und rief. »Mag
denn der Junge die Augen behalten und sein
Pensum flennen in der Welt; aber nun wollen
wir doch den Mechanismus der Hände
und der Füße recht observieren.
-¡Ojos,
ojos! -gritaba Coppelius con voz sorda,
amenazadora. Grité y caí al
suelo, violentamente abatido por el miedo.
Entonces Coppelius me cogió. -¡Pequeña
bestia! ¡Pequeña
bestia! -dijo haciendo crujir los dientes
de un modo espantoso. Diciendo esto me
arrojó al horno, cuya llama prendía
ya mis cabellos. -Ahora -exclamó-
ya tenemos ojos, ¡ojos! ¡un
hermoso par de ojos de niño! -Y
con sus manos cogió del hogar un
puñado de carbones ardientes que
se disponía a arrojar a mis ojos,
cuando mi padre, con las manos juntas,
le imploró:
-¡Maestro! ¡Maestro! ¡Deja
los ojos a mi Nataniel! ¡Déjaselos!
Coppelius se echó a reír
de forma estrepitosa.
-Que el niño
conserve sus ojos para que éstos
realicen su trabajo en el mundo; pero,
puesto que está aquí,
observemos atentamente el mecanismo de
sus pies y de sus manos.
Und
damit faßte er mich gewaltig, daß die
Gelenke knackten, und schrob mir die Hände
ab und die Füße und setzte sie
bald hier, bald dort wieder ein. »'s
steht doch überall nicht recht! 's
gut so wie es war! - Der Alte hat's verstanden!« So
zischte und lispelte Coppelius; aber alles
um mich her wurde schwarz und finster,
ein jäher Krampf durchzuckte Nerv
und Gebein - ich fühlte nichts mehr.
Ein sanfter warmer Hauch glitt über
mein Gesicht, ich erwachte wie aus dem
Todesschlaf, die Mutter hatte sich über
mich hingebeugt. »Ist der Sandmann
noch da?« stammelte ich. »Nein,
mein liebes Kind, der ist lange, lange
fort, der tut dir keinen Schaden!« -
So sprach die Mutter und küßte
und herzte den wiedergewonnenen Liebling.
Sus dedos apretaron
todas las articulaciones de mis miembros,
que crujieron, y me retorció las
manos y los pies de una forma y de otra.
-¡Esto no está del todo
bien! ¡Tan bien como estaba! ¡El
viejo lo ha entendido perfectamente!
Coppelius
murmuraba esto mientras me retorcía;
pero pronto todo se volvió oscuro
y confuso a mi alrededor; un dolor nervioso
agitó todo mi ser; no sentí nada
más. Un vapor dulce y cálido
se derramó sobre mi rostro; desperté como
del sueño de la muerte. Mi madre
estaba inclinada sobre mí.
-¿Está aquí el
Hombre de Arena? -balbucí.
-No, mi niño,
está muy
lejos; se fue hace mucho, no te hará daño.
Así decía mi madre, y me
besaba estrechando contra su corazón
al niño querido que le era devuelto.