Es war
einmal ein Fischer und seine Frau, die wohnten
zusammen in einem alten Pott dicht an der
See, und der Fischer ging alle Tage hin
und angelte, und er angelte und angelte.
So saß er auch einmal mit seiner Angel
und schaute immer in das klare Wasser hinein,
und er saß und saß.
Da ging die Angel auf den Grund, tief, tief
hinab, und wie er sie heraufholte, da zog
er einen großen Butt heraus.
Da sagte der Butt zu ihm: »Höre,
Fischer, ich bitte dich, laß mich
leben, ich bin kein richtiger Butt, ich
bin ein verwünschter Prinz. Was hilft
es dir, wenn du mich tötest? Ich würde
dir doch nicht recht schmecken. Setz mich
wieder ins Wasser und laß mich schwimmen!«
»Nun«, sagte der Mann, »du
brauchst nicht so viele Worte zu machen,
einen Butt, der sprechen kann, werde ich
doch wohl schwimmen lassen.« Damit
setzte er ihn wieder in das klare Wasser
hinein, und der Butt schwamm zum Grund hinab
und ließ einen langen Streifen Blut
hinter sich. Der Fischer aber stand auf
und ging zu seiner Frau in den alten Pott.
Érase
una vez un pescador que vivía con su
mujer en una mísera choza, a poca distancia
del mar. El pescador salía todos los
días a pescar, y pesca que pescarás.
Un día estaba sentado, como de costumbre,
sosteniendo la caña y contemplando
el agua límpida, aguarda que te aguarda.
He aquí que se hundió el anzuelo,
muy al fondo, muy al fondo, y cuando el hombre
lo sacó, extrajo un hermoso rodaballo.
Dijo entonces el rodaballo a él
-oye, pescador, déjame vivir, hazme
el favor; en realidad, yo no soy un rodaballo,
sino un príncipe encantado. ¿Qué
sacarás con matarme? Mi carne poco
vale; devuélveme al agua y deja que
siga nadando.
-Bueno -dijo el hombre-, no tienes por qué
gastar tantas palabras. ¡A un rodaballo
que sabe hablar, vaya si lo soltaré!
¡No faltaba más! Y así
diciendo, lo restituyó al agua diáfana;
el rodaballo se apresuró a descender
al fondo, dejando una larga estela de sangre.
Pero el pescador se levantó y se volvió
a la cabaña, donde lo esperaba su mujer.