Nun war
das arme Kind in dem großen Wald mutterseelig*
allein, und ward ihm so angst, daß
es alle Blätter an den Bäumen
ansah und nicht wußte, wie es sich
helfen sollte. Da fing es an zu laufen und
lief über die spitzen Steine und durch
die Dornen, und die wilden Tiere sprangen
an ihm vorbei, aber sie taten ihm nichts.
Es lief, solange nur die Füße
noch fort konnten, bis es bald Abend werden
sollte, da sah es ein kleines Häuschen
und ging hinein, sich zu ruhen. In dem Häuschen
war alles klein, aber so zierlich und reinlich,
daß es nicht zu sagen ist.
Da stand ein weißgedecktes Tischlein
mit sieben kleinen Tellern, jedes Tellerlein
mit seinem Löffelein, ferner sieben
Messerlein und Gäblein, und sieben
Becherlein. An der Wand waren sieben Bettlein
nebeneinander aufgestellt und schneeweiße
Laken darüber gedeckt. Schneewittchen,
weil es so hungrig und durstig war, aß
von jedem Tellerlein ein wenig Gemüs
und Brot, und trank aus jedem Becherlein
einen Tropfen Wein; denn es wollte nicht
einem allein alles wegnehmen. Hernach, weil
es so müde war, legte es sich in ein
Bettchen, aber keins paßte; das eine
war zu lang, das andere zu kurz, bis endlich
das siebente recht war: und darin blieb
es liegen, befahl sich Gott und schlief
ein.
La pobre
niña se encontró sola y abandonada
en el inmenso bosque. Se moría de miedo,
y el menor movimiento de las hojas de los
árboles le daba un sobresalto. No sabiendo
qué hacer, echó a correr por
entre espinos y piedras puntiagudas, y los
animales de la selva pasaban saltando por
su lado sin causarle el menor daño.
Siguió corriendo mientras la llevaron
los pies y hasta que se ocultó el sol.
Entonces vio una casita y entró en
ella para descansar.
Todo era diminuto en la casita, pero tan primoroso
y limpio, que no hay palabras para describirlo.
Había un mesita cubierta con un mantel
blanquísimo, con siete minúsculos
platitos y siete vasitos; y al lado de cada
platito había su cucharilla, su cuchillito
y su tenedorcito. Alineadas junto a la pared
estaban siete camitas, con sábanas
de inmaculada blancura.
Blancanieves, como estaba muy hambrienta,
comió un poquitín de legumbres
y un bocadito de pan de cada platito, y bebió
una gota de vino de cada copita, pues no quería
tomarlo todo de uno solo.
Luego, sintiéndose muy cansada, quiso
echarse en una de las camitas; pero ninguna
era de su medida: resultaba demasiado larga
o demasiado corta; hasta que, por fin, la
séptima le vino bien; se acostó
en ella, encomendóse a Dios y quedó
dormida.