Es wird
auch erzählt, daß einmal, als
Rotkäppchen der alten Großmutter
wieder Gebackenes brachte, ein anderer Wolf
ihm zugesprochen und es vom Wege habe ableiten
wollen. Rotkäppchen aber hütete
sich und ging gerade fort seines Wegs und
sagte der Großmutter, daß es
dem Wolf begegnet wäre, der ihm guten
Tag gewünscht, aber so bös aus
den Augen geguckt hätte."Wenn's nicht
auf offner Straße gewesen wäre,
er hätte mich gefressen." "Komm", sagte
die Großmutter, "wir wollen die Türe
verschließen, daß er nicht herein
kann."
Bald darnach klopfte der Wolf an und rief:
"Mach auf, Großmutter, ich bin das
Rotkäppchen, ich bring dir Gebackenes."
Sie schwiegen aber still und machten die
Türe nicht auf. Da schlich der Graukopf
etlichemal um das Haus, sprang endlich aufs
Dach und wollte warten, bis Rotkäppchen
abends nach Haus ginge, dann wollte er ihm
nachschleichen und wollt's in der Dunkelheit
fressen. Aber die Großmutter merkte,
was er im Sinn hatte. Nun stand vor dem
Haus ein großer Steintrog, da sprach
sie zu dem Kind: "Nimm den Eimer, Rotkäppchen,
gestern hab ich Würste gekocht, da
trag das Wasser, worin sie gekocht sind,
in den Trog." Rotkäppchen trug so lange,
bis der große, große Trog ganz
voll war. Da stieg der Geruch von den Würsten
dem Wolf in die Nase, er schnupperte und
guckte hinab, endlich machte er den Hals
so lang, daß er sich nicht mehr halten
konnte und anfing zu rutschen. So ruschte
er vom Dach herab, gerade in den großen
Trog hinein, und ertrank. Rotkäppchen
aber ging fröhlich nach Haus, und tat
ihm niemand etwas zuleid.
Y cuentan
también que otro día que Caperucita
llevó un pastel a su anciana abuela,
otro lobo intentó de nuevo desviarla
de su camino. Mas la niña se guardó
muy bien de hacerlo y siguió derechita,
y luego contó a la abuela que se había
encontrado con el lobo, el cual le había
dado los buenos días, pero mirándola
con unos ojos muy aviesos.
- A buen seguro que si no llegamos a estar
en pleno camino, me habrá devorado.
- Ven - dijo la abuelita , -cerraremos la
puerta bien, para que no pueda entrar.
No tardó mucho tiempo en presentarse
el lobo, gritando
- ábreme, abuelita; soy Caperucita
Roja, que te traigo pasteles.
Pero las dos se estuvieron calladas, sin abrir.
El lobo dio varias vueltas a la casa y, al
fin, se subió de un brinco al tejado,
dispuesto a aguardar a que la niña
saliese al anochecer, para volver a casa;
entonces la seguiría disimuladamente
y la devoraría en la oscuridad. Pero
la abuela le adivinó las intenciones.
He aquí que delante de la casa había
una gran artesa de piedra y la anciana dijo
a la pequeña
- coge el cubo, Caperucita; ayer cocí
salchichas, ve a verter el agua en que las
cocí.
Caperucita lo hizo así, y repitió
el viaje hasta que la artesa estuvo llena.
El olor de las salchichas subió hasta
el olfato del lobo, que se puso a husmear
y a mirar abajo hasta que al fin, alargó
tanto el cuello, que perdió el equilibrio,
resbaló del tejado, cayó de
lleno en la gran artesa, y se ahogó.
Pero Caperucita se volvió tranquilamente
a casita sin que nadie le tocase ni un pelo.