Rapunzel
ward das schönste Kind unter der Sonne.
Als es zwölf Jahre alt war, schloss
es die Zauberin in einen Turm, der in einem
Walde lag und weder Treppe noch Türe
hatte; nur ganz oben war ein kleines Fensterchen.
Wenn die Zauberin hinein wollte, so stellte
sie sich unten hin und rief:
»Rapunzel, Rapunzel,
Lass mir dein Haar herunter!«
Rapunzel hatte lange, prächtige Haare,
fein wie gesponnen Gold. Wenn sie nun die
Stimme der Zauberin vernahm, so band sie
ihre Zöpfe los, wickelte sie oben um
einen Fensterhaken, und dann fielen die
Haare zwanzig Ellen tief herunter, und die
Zauberin stieg daran hinauf.
Verdezuela
era la niña más hermosa que
viera el sol. Cuando cumplió los doce
años, la hechicera la encerró
en una torre que se alzaba en medio de un
bosque y no tenía puertas ni escaleras;
únicamente en lo alto había
una diminuta ventana. Cuando la hechicera
quería entrar, se colocaba al pie y
gritaba
-¡Verdezuela, Verdezuela,
suéltame tu cabellera!
Verdezuela tenía un cabello magnífico
y largo, fino como hebras de oro. Cuando oía
la voz de la hechicera se soltaba las trenzas,
las envolvía en torno a un gancho de
la ventana y las dejaba colgantes, y como
tenían veinte varas de longitud, la
bruja trepaba por ellas.