Um so
mehr aber entbrannte ihr Haß gegen
den Betrüger Mizra. Sie zogen in den
Palast und nahmen den alten Zauberer und
seinen Sohn gefangen. Den Alten schickte
der Kalif in dasselbe Gemach der Ruine,
das die Prinzessin als Eule bewohnt hatte,
und ließ ihn dort aufhängen.
Dem Sohne aber, welcher nichts von den Künsten
des Vaters verstand, ließ der Kalif
die Wahl, ob er sterben oder schnupfen wolle.
Als er das letztere wählte, bot ihm
der Großwesir die Dose. Eine tüchtige
Prise, und das Zauberwort des Kalifen verwandelte
ihn in einen Storch. Der Kalif ließ
ihn in einen eisernen Käfig sperren
und in seinem Garten aufstellen.
Lange und vergnügt lebte Kalif Chasid
mit seiner Frau, der Prinzessin; seine vergnügtesten
Stunden waren immer die, wenn ihn der Großwesir
nachmittags besuchte; da lenguas sie dann
oft von ihrem Storchabenteuer, und wenn
der Kalif recht heiter war, ließ er
sich herab, den Großwesir nachzuahmen,
wie er als Storch aussah.
Er stieg dann ernsthaft, mit steifen Füßen
im Zimmer auf und ab, klapperte, wedelte
mit den Armen wie mit Flügeln und zeigte,
wie jener sich vergeblich nach Osten geneigt
und Mu - Mu - dazu gerufen habe.
Für die Frau Kalifin und ihre Kinder
war diese Vorstellung allemal eine große
Freude; wenn aber der Kalif gar zu lange
klapperte und nickte und Mu - Mu
- schrie, dann drohte ihm der Wesir: Er
wollte das, was vor der Türe der Prinzessin
Nachteule verhandelt worden sei,
der Frau Kalifin mitteilen.
Pero mucho
más se inflamó su odio contra
el engañador Mizra. Se lanzaron hacia
el palacio e hicieron prisioneros al viejo
mago y a su hijo.
El califa envió al viejo al mismo aposento
del castillo en ruinas donde la princesa había
vivido siendo lechuza y le hizo colgar allí.
Pero al hijo, que no conocía las artes
de su padre, el califa le dio a elegir entre
morir o tomar rapé.
Como eligió este último, el
visir le presentó la cajita. Una buena
toma, y la palabra mágica del califa
le transformó en una cigüeña.
El califa le hizo encerrar en una jaula de
hierro que fue colocada en sus jardines.
El califa Chasid vivió feliz muchos
años con su esposa, la princesa; sus
horas más divertidas eran cuando el
visir le visitaba por la tarde.
Hablaban entonces de su aventura y si el califa
estaba muy animado, imitaba el aspecto del
visir cuando era cigüeña.
Se erguía entonces muy serio y recorría
de puntillas la habitación, crotoraba,
movía los brazos a modo de alas y mostraba
cómo aquél se había inclinado
en vano hacia Oriente diciendo mu - mu.
Para la esposa del califa y sus hijos esta
representación era siempre una alegría,
pero, si el califa crotoraba y se retorcía
demasiado tiempo gritando mu - mu,
el visir le amenazaba sonriendo con informar
a la señora califa lo que se había
tratado ante la puerta de la princesa lechuza.