Jorinde
weinte zuweilen, setzte sich hin im Sonnenschein
und klagte; Joringel klagte auch.
Sie waren so bestürzt, als wenn sie
hätten sterben sollen; sie sahen sich
um, waren irre und wußten nicht, wohin
sie nach Hause gehen sollten.
Noch halb stand die Sonne über dem
Berg, und halb war sie unter.
Joringel sah durchs Gebüsch und sah
die alte Mauer des Schlosses nah bei sich;
er erschrak und wurde todbang.
Jorinde sang:
»Mein Vöglein mit dem Ringlein
rot
singt Leide, Leide, Leide;
es singt dem Täubelein seinen Tod,
singt Leide, Lei - zicküth, zicküth,
zicküth.«
De vez en
cuando Yorinda lloraba; se sentaba al sol,
y lloraba; y también lloraba Yoringuel.
Ambos estaban tan espantados, como si presintieran
la proximidad de la muerte. Miraban a su alrededor,
desconcertados, y no sabían cómo
volver a casa.
El sol se ocultaba; sólo la mitad de
su disco sobresalía de la cima de la
montaña. Yoringuel miró a través
de la maleza y descubrió, a muy poca
distancia, el viejo muro del castillo. Aterrorizado,
sintió una angustia de muerte.
Yorinda cantaba:
«Mi pajarillo con el rojo anillo
canta pena, pena, pena,
canta la muerte a su pichoncillo,
canta pena, pe - ¡tirit, tirit, tirit!».