Als der 
                                      Tag anbrach, noch ehe die Sonne aufgegangen 
                                      war, kam schon die Frau und weckte die beiden 
                                      Kinder: »Steht auf, ihr Faulenzer, 
                                      wir wollen in den Wald gehen und Holz holen.« 
                                      Dann gab sie jedem ein Stückchen Brot 
                                      und sprach: »Da habt ihr etwas für 
                                      den Mittag, aber eßt's nicht vorher 
                                      auf, weiter kriegt ihr nichts.« 
                                      Gretel nahm das Brot unter die Schürze, 
                                      weil Hänsel die Steine in der Tasche 
                                      hatte. Danach machten sie sich alle zusammen 
                                      auf den Weg nach dem Wald. Als sie ein Weilchen 
                                      gegangen waren, stand Hänsel still 
                                      und guckte nach dem Haus zurück und 
                                      tat das wieder und immer wieder. Der Vater 
                                      sprach: »Hänsel, was guckst du 
                                      da und bleibst zurück, hab acht und 
                                      vergiß deine Beine nicht!« 
                                      »Ach, Vater«, sagte Hänsel, 
                                      »ich sehe nach meinem weißen 
                                      Kätzchen, das sitzt oben auf dem Dach 
                                      und will mir Ade sagen.« Die Frau 
                                      sprach: »Narr, das ist dein Kätzchen 
                                      nicht, das ist die Morgensonne, die auf 
                                      den Schornstein scheint.« 
                                      Hänsel aber hatte nicht nach dem Kätzchen 
                                      gesehen, sondern immer einen von den blanken 
                                      Kieselsteinen aus seiner Tasche auf den 
                                      Weg geworfen. 
Con las 
                                    primeras luces del día, antes aun de 
                                    que saliera el sol, la mujer fue a llamar 
                                    a los niños
                                    -¡vamos, holgazanes, levantaos! Hemos 
                                    de ir al bosque a por leña. Dio a cada 
                                    uno un mendruguillo de pan y dijo
                                    -aquí tenéis esto para el almuerzo, 
                                    pero no os lo vayáis a comer antes, 
                                    pues no os daré nada más. 
                                    Gretel recogió el pan en su delantal, 
                                    puesto que Hansel llevaba los bolsillos llenos 
                                    de piedras. Luego los cuatro emprendieron 
                                    el camino del bosque. Después de haber 
                                    andado un ratito Hansel se detuvo para mirar 
                                    hacia atrás en dirección a la 
                                    casa y volvió a hacerlo una y otra 
                                    vez. Entonces , le dijo el padre: 
                                    -Hansel, no te quedes rezagado mirando para 
                                    atrás. ¡Ten cuidad! ¡Vamos, 
                                    camina! 
                                    -Ay padre-, dijo Hansel, -es que miro mi gatito 
                                    blanco, que está en el tejado diciéndome 
                                    adiós.
                                    Dijo la mujer
                                    -tonto, no es tu gatito, sino el sol de la 
                                    mañana, que se refleja en la chimenea. 
                                    
                                    Pero lo que estaba haciendo Hansel no era 
                                    mirar al gatito, sino ir arrojando blancas 
                                    piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo 
                                    largo del camino.