Es währte
nicht lang, so kam ein Herr in einem Wagen
dahergerennt. "Nun sollt Ihr sehen,
Vater, was ich kann", sprach der Hufschmied,
sprang dem Wagen nach, riß dem Pferd,
das in einem fort jagte, die vier Hufeisen
ab und schlug ihm vier neue wieder an. "Du
bist ein ganzer Kerl", sprach der Vater,
"du machst deine Sachen so gut wie
dein Bruder; ich weiß nicht, wem ich
das Haus geben soll." Da sprach der
dritte:"'Vater, laßt mich auch
einmal gewähren", und weil es
anfing zu regnen, zog er seinen Degen und
schwenkte ihn in Kreuzhieben über seinen
Kopf, so daß kein Tropfen auf ihn
fiel; und als der Regen stärker ward,
und endlich so stark, als ob man mit Mulden
vom Himmel gösse, schwang er den Degen
immer schneller und blieb so trocken, als
säße er unter Dach und Fach.
Wie der Vater das sah, erstaunte er und
sprach:"Du hast das beste Meisterstück
gemacht, das Haus ist dein."
Un instante
después pasó un carro a escape.
-Padre mío, dijo el herrador, ahora
vais a ver lo que sé yo hacer. Y corriendo
tras el coche, quitó al caballo las
cuatro herraduras al galope y le puso otras
cuatro.
-Eres un buen muchacho, dijo el padre, y vales
tanto como tu hermano, y no sé en verdad
cómo decidir entre los dos.
Pero el tercero dijo: -Padre mío, ahora
me toca a mí.
Y como empezaba a llover, sacó su espada
y la agitó en todos sentidos encima
de su cabeza, de modo que no le cayó
ni una gota de agua. Aumentó la lluvia,
y cayó al fin como si la echaran a
cántaros, paró toda el agua
con su espada, y permaneció hasta el
fin, mojándose tan poco como si hubiera
estado a cubierto dentro de un cuarto.
Viendo esto el padre, no pudo ocultar su asombro.
-Tu pieza de maestría es la mejor,
le dijo; la casa es tuya.