Die kleine
Nachtigall, die im Tamarindenstrauche sang,
wollte auch bald nach Norden ziehen. Droben
im Wildmoor hatte Klein-Helga sie oft gehört.
Botschaft wollte sie ihr mitgeben, denn
die Sprache der Vögel verstand sie,
seit sie im Schwanenkleide geflogen war;
oft hatte sie seitdem mit Storch und Schwalbe
gesprochen. Die Nachtigall würde sie
verstehen, und sie bat sie, zum Buchenwalde
auf der jütischen Halbinsel zu fliegen,
wo ein Grab aus Stein und Reisig aufgerichtet
war, sie bat sie, alle kleinen Vögel
zu bitten, über dem Grabe zu wachen
und all ihre Lieder darüber zu singen.
Und die Nachtigall flog, und die Zeit flog
dahin.
El pequeño
ruiseñor que cantaba en el tamarindo
no tardaría tampoco en dirigirse al
Norte. Helga lo había oído con
frecuencia en el pantano salvaje, y quiso
confiarle un mensaje; comprendía el
lenguaje de los pájaros desde los tiempos
en que viajara en figura de cisne. Desde entonces
había hablado a menudo con cigüeñas
y golondrinas; sin duda entendería
también al ruiseñor. Le rogó
que volase hasta el bosque de hayas de la
península jutlandesa, donde ella había
erigido la tumba de piedras y ramojos. Y le
pidió solicitase de todas las avecillas
que protegiesen aquella tumba y cantasen sobre
ella sus canciones. Y partió el ruiseñor,
y transcurrió el tiempo.