Dabei erwachte
die Wikingerfrau, und draußen war
noch immer der starke Flügelschlag
zu hören. Es war, wie sie wußte,
die Zeit, wo die Störche von hier fortzogen;
sie waren es wohl, die sie hörte.
Noch einmal wollte sie sie vor ihrer Abreise
sehen und ihnen Lebewohl sagen. Sie stand
auf und trat auf die Schwelle hinaus. Da
sah sie auf dem Dachfirst des Nebenhauses
Storch an Storch, und rings um das Gehöft,
über den hohen Bäumen, flogen
ganze Scharen in großen Schwenkungen.
Aber gerade vor ihr auf dem Brunnenrande,
wo Klein-Helga so oft gesessen und sie mit
ihrer Wildheit erschreckt hatte, saßen
nun zwei Schwäne und blickten sie mit
klugen Augen an. Da dachte sie an ihren
Traum, der sie noch lebendig wie Wirklichkeit
erfüllte, und sie dachte an Klein-Helga
in der Schwanengestalt und an den christlichen
Priester, und es war ihr plötzlich
wunderlich froh ums Herz.
Se despertó
entonces la mujer y percibió en el
exterior aquel mismo ruido de fuerte aleteo.
Era, bien lo sabía, el tiempo en que
las cigüeñas se marchaban; las
había oído.
Quiso verlas otra vez antes de su partida
y despedirse de ellos. Se levantó del
lecho, salió al umbral y vio las aves
alineadas en la cumbrera del tejado de la
casa contigua. Rodeando la hacienda y volando
por encima de los altos árboles, se
alejaban las bandadas en amplios círculos.
Pero justamente delante de ella, en el borde
del pozo donde Helga solía posarse
y donde tantos sustos le diera, se habían
posado ahora dos cisnes que la miraban con
ojos inteligentes. Se acordó entonces
de su sueño, que seguía viendo
en su imaginación como si hubiese sido
realidad. Pensó en Helga en figura
de cisne, pensó en el sacerdote cristiano
y de pronto sintió que una maravillosa
alegría le embargaba el corazón.
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