»Deine
harte Zeit wird noch einmal kommen!«,
sagte die Wikingerfrau. »Furchtbar
wird sie werden, auch für mich! Besser
wärest du als Kind auf der Landstraße
ausgesetzt worden, und die Nachtkälte
hätte dich in den Tod gelullt!«
Und die Wikingerfrau vergoß bittere
Tränen und ging zornig und betrübt
hinter den Fellvorhang, der von einem Balken
lose herabhing und die Stube teilte. Einsam
saß die zusammengeschrumpfte Kröte
im Winkel. Lautlose Stille war in der Stube,
aber nach kurzer Zeit entrang sich ihr ein
halberstickter Seufzer; es war, als ob unter
Schmerzen neues Leben in ihrem Herzen geboren
werde. Sie tat einen Schritt vorwärts,
lauschte, tat wieder einen Schritt und ergriff
nun mit unbehülflichen Händen
die schwere Stange, die vor die Tür
geschoben war. Leise schob sie sie zur Seite,
still nahm sie das Holzstück fort,
das unter der Klinke steckte und ergriff
die brennende Lampe, die in der Vorkammer
stand. Es war, als gäbe ihr ein starker
Wille ungeahnte Kräfte. Sie zog den
eisernen Bolzen aus der vergitterten Tür
und schlich sich zu dem Gefangenen hinab.
Er schlief. Sie berührte ihn mit ihrer
kalten, klammen Hand, und er erwachte.
-¡Ya
vendrán para ti tiempos duros! -prosiguió
la mujer-. Pero también mi vida se
hará espantosa. Mejor hubiera sido
exponerte en el camino, recién nacida,
para que te arrullara la helada hasta hacerte
morir. Y la esposa del vikingo lloró
amargas lágrimas, y se retiró,
airada y afligida, detrás de la cortina
de pieles que, colgando de la viga, dividía
en dos la habitación. La arrugada rana
quedó sola en una esquina. En la habitación
había un profundo silencio, pero al
cabo de un rato la rana exhaló un suspiro
ahogado. Era como si, sumida en profundo dolor,
naciese una vida nueva en lo más íntimo
de su pecho. Ella avanzó un paso, aguzó
el oído, dio luego un segundo paso
y, con sus manos torpes, cogió la pesada
barra colocada delante de la puerta.
La sacó sin hacer ruido y quitó
luego la clavija de debajo del picaporte.
Después cogió la lámpara
encendida que había en el atrio; se
hubiera dicho que una voluntad férrea
le daba energías. Descorriendo el perno
de hierro del escotillón, se deslizó
escaleras abajo hasta el prisionero, que estaba
dormido. Le tocó la rana con su mano
fría y húmeda, y él se
despertó.