In der
Wikingerburg am Wildmoor, wohin die Störche
im Frühjahr zogen, hatte man dem kleinen
Mädchen inzwischen einen Namen gegeben;
Helga war sie genannt worden, doch der Name
war allzu zart für einen Sinn, wie
er dieses schöne Mädchen hier
erfüllte. Monat für Monat wuchs
sie kräftiger heran. Nach einigen Jahren,
während die Störche stets die
gleiche Reise im Herbst nach dem Nil im
Frühjahr nach dem Wildmoor machten,
wurde aus dem kleinen Kinde ein großes
Mädchen, und ehe man sich dessen versah,
war es zu der schönsten Jungfrau von
sechzehn Jahren erblüht. Doch in der
schönen Schale steckte ein harter,
bitterer Kern; sie war weit wilderen Sinnes
als die anderen Menschen dieser harten,
finsteren Zeit.
En el
pueblo del vikingo, a orillas del pantano
salvaje, donde en primavera vivían
las cigüeñas, habían
dado nombre a la niña. La llamaron
Helga, pero aquel nombre era demasiado dulce
para el temperamento que se albergaba en
su hermosa figura. Mes tras mes iba la niña
creciendo, y así pasaron varios años,
en el curso de los cuales las cigüeñas
repitieron regularmente su viaje: en otoño
rumbo al Nilo, y en primavera, de vuelta
al pantano. La pequeña se había
convertido en una muchacha, y, antes de
que nadie se diese cuenta, en una hermosísima
doncella de 16 años. Pero bajo la
bella envoltura se ocultaba un alma dura
e implacable. Era más salvaje que
la mayoría de la gente de aquellos
rudos y oscuros tiempos.