»Da
kann sie doch nicht liegen bleiben!«,
dachte der Storch, »in meinem Nest
sind wir schon so viele, doch halt, da fällt
mir etwas ein! Die Wikingerfrau hat keine
Kinder, und sie hat sich schon oft so ein
Kleines gewünscht. Ich werde ja immer
beschuldigt, die kleinen Kinder zu bringen,
nun will ich einmal ernst damit machen!
Ich fliege mit dem Kind zur Wikingerfrau;
das wird eine Freude werden!«
Der Storch nahm das kleine Mädchen,
flog zum Blockhause, schlug mit dem Schnabel
ein Loch in die Fensterscheibe aus Blasenhaut
und legte das Kind an die Brust der Wikingerfrau.
Dann flog er zur Storchmutter und erzählte
ihr alles, und die Jungen durften zuhören,
sie waren nun schon groß genug dazu.
»Siehst du, die Prinzessin ist nicht
tot! Sie hat das Kleine heraufgeschickt,
und nun ist es untergebracht!«
»Das habe ich ja von vornherein gesagt!«,
meinte die Storchmutter. »Denk aber
jetzt etwas an deine eigenen Kinder. Jetzt
kommt bald die Reisezeit; es kribbelt mir
schon ab und zu unter den Flügeln.
Der Kuckuck und die Nachtigall sind schon
fort, und die Wachteln hörte ich eben
davon sprechen, daß wir guten Wind
bekommen. Unsere Jungen werden beim Manöver
schon ihren Mann stehen, wie ich sie kenne!«
-Aquí
no puede quedarse- pensó la cigüeña.
-En mi nido somos ya demasiados, pero se
me ocurre una idea. La mujer del vikingo
no tiene hijos, y ¡cuántas
veces ha suspirado por tener uno!
Dicen de mí que traigo los niños
pequeños; pues esta vez voy a hacerlo
en serio.
Llevaré la niña a la esposa
del vikingo. ¡Qué alegría
tendrá!
Y la cigüeña cogió la
pequeña niña y se echó
a volar hacia la casa de madera. Con el
pico abrió un agujero en la ventana
que era de piel de vejiga de cerdo, y depositó
la niña al pecho de la mujer del
vikingo. Seguidamente, regresó a
su nido, donde explicó a madre cigüeña
lo sucedido. Las crías escucharon
también el relato, pues eran ya lo
bastantes crecidas para comprenderlo. -¿Sabes?
la princesa no está muerta. Ha enviado
arriba a su hijita, y ella habita allá
abajo.
-¿No te lo dije yo? -exclamó
mamá cigüeña-.
- Pero ahora piensa en ocuparte un poco
de tus propios hijos. Se acerca el día
de la marcha. Siento ya una especie de cosquilleo
debajo de las alas. El cuclillo y el ruiseñor
han partido ya, y, por lo que oigo, las
codornices pronostican un viento favorable.
Conociendo a nuestros hijos sé que
están a la altura de las circunstancias
durante el viaje.