"Ich
habe nie so darüber nachgedacht",
erwiderte ein anderer der jungen Leute,
"worin der Reiz solcher Geschichten
eigentlich liegt. Aber mir geht es wie euch.
Schon als Kind konnte man mich, wenn ich
ungeduldig war, durch eine Geschichte zum
Schweigen bringen. Es war mir anfangs gleichgültig,
von was es handelte, wenn es nur erzählt
war, wenn nur etwas geschah; wie oft habe
ich, ohne zu ermüden, jene Fabeln angehört,
die weise Männer erfunden und in welche
sie einen Kern ihrer Weisheit gelegt haben,
vom Fuchs und vom törichten Raben,
vom Fuchs und vom Wolf, viele Dutzend Geschichten
vom Löwen und den übrigen Tieren.
Als ich älter wurde und mehr unter
die Menschen kam, genügten mir jene
kurzen Geschichten nicht mehr; sie mußten
schon länger sein, mußten von
Menschen und ihren wunderbaren Schicksalen
handeln."
"Ja, ich entsinne mich noch wohl dieser
Zeit", unterbrach ihn einer seiner
Freunde. "Du warst es, der uns diesen
Drang nach Erzählungen beibrachte.
Einer Eurer Sklaven wußte so viel
zu erzählen, als ein Kameltreiber von
Mekka nach Medina spricht; wenn er fertig
war mit seiner Arbeit, mußte er sich
zu uns setzen, und da baten wir so lange,
bis er zu erzählen anfing, und das
ging fort und fort, bis die Nacht heraufkam."
-Nunca lo
he pensado así- respondió otro
de los jóvenes, -en que consiste propiamente
el encanto de tales historias, pero me ocurre
lo mismo. Ya de niño se me podía
hacer callar con un cuento cuando estaba impaciente.
Al principio me era indiferente de que se
tratara, con tal que contaran algo, que algo
sucediera. ¡Cuántas veces he
oído sin cansancio aquellas fábulas
que inventaron hombres sabios y en las que
encerraron la esencia de su sabiduría,
la fábula del zorro y del cuervo necio,
del zorro y el lobo, docenas y decenas de
fábulas del león y de los demás
animales.
Cuando crecí y traté más
a los hombres, ya no ma bastaban aquellas
historias breves; tenían que ser más
largas y habían de versar sobre los
seres humanos y sus extraños destinos.-
-Sí, todavía me acuerdo bien
de esa época- le interrumpió
uno de sus amigos. -Fuiste tú quien
nos aficionó a todo tipo de relatos.
Uno de vuestros esclavos era capaz de contar
tantos cuentos como un camellero de La Meca
a Medina. Cuando terminaba su trabajo, debía
sentarse con nosotros y le rogábamos
una y otra vez hasta que empezaba a contar
y seguía contando y contando hasta
la noche.