Oft ließ
er mitten unter der Tafel den Küchenmeister
und den Zwerg Nase rufen, setzte den einen
rechts, den anderen links zu sich und schob
ihnen mit seinen eigenen Fingern einige
Bissen der köstlichsten Speisen in
den Mund, eine Gnade, welche sie beide wohl
zu schätzen wußten.
Der Zwerg war das Wunder der Stadt. Man
erbat sich flehentlich Erlaubnis vom Oberküchenmeister,
den Zwerg kochen zu sehen, und einige der
vornehmsten Männer hatten es so weit
gebracht beim Herzog, daß ihre Diener
in der Küche beim Zwerg Unterrichtsstunden
genießen durften, was nicht wenig
Geld eintrug; denn jeder zahlte täglich
einen halben Dukaten. Und um die übrigen
Köche bei guter Laune zu erhalten und
sie nicht neidisch auf ihn zu machen, überließ
ihnen Nase dieses Geld, das die Herren für
den Unterricht ihrer Köche zahlen mußten.
A menud
hacía llamar en medio del banquete
al maestro de cocina y al enano Narizotas,
sentaba a uno a su derecha y al otro a su
izquierda, y con sus propios dedos les metía
en la boca algunos trozos de los sabrosos
manjares, una gracia que ambos sabían
apreciar.
El enano era la maravilla de la ciudad. Se
suplicaba encarecidamente el permiso del maestro
primero de cocina para ver cocinar al enano,
y algunos de los señores más
distinguidos habían conseguido incluso
del duque que sus servidores pudiesen recibir
clases particulares del enano en la cocina,
lo cual había entrar no poco dinero,
porque pagaban al día medio ducado.
Y, para tener de buen humor a los demás
cocineros y para que no le envidiesen, Narizotas
les repartía el dinero que los señores
tenían que pagar por las clases que
daba a sus cocineros.