"Nein,
Herr!", antwortete der Zwerg. "Ich
bin ein geschickter Koch und erfahren in
allerlei seltenen Speisen; wollet mich zum
Oberküchenmeister bringen; vielleicht
kann er meine Kunst brauchen."
"Jeder nach seinem Willen, kleiner
Mann; übrigens bist du doch ein unbesonnener
Junge. In die Küche! Als Leibzwerg
hättest du keine Arbeit gehabt und
Essen und Trinken nach Herzenslust und schöne
Kleider. Doch, wir wollen sehen, deine Kochkunst
wird schwerlich so weit reichen, als ein
Mundkoch des Herren nötig hat, und
zum Küchenjungen bist du zu gut."
Bei diesen Worten nahm ihn der Aufseher
des Palastes bei der Hand und führte
ihn in die Gemächer des Oberküchenmeisters.
"Gnädiger Herr", sprach dort
der Zwerg und verbeugte sich so tief, daß
er mit der Nase den Fußteppich berührte,
"brauchet Ihr keinen geschickten Koch?"
-No, señor-
contestó el enano. -Yo soy un hábil
cocinero, versado en toda clase de comidas
extraordinarias; os ruego que me llevéis
ante el maestro primero de cocina; quizás
pueda necesitar de mi arte.-
-A cada cual según su voluntad, hombrecillo.
Además, eres sin duda un chico irreflexivo.
¡A la cocina! De enano de cámara
no hubieses tenido nada de trabajo, y comida
y bebida a tus anchas y buenos vestidos.
Pero veremos, porque difícilmente llegará
tu arte hasta el que se necesita para cocinero
de palacio de nuestro señor, y para
pinche de cocina eres demasiado bueno.-
Diciendo estas palabras, el veedor del palacio
lo cogió de la mano y lo condujo a
los aposentos del maestro primero de cocina.
-Señor- dijo el enano al llegar, inclinándose
tanto que con su nariz tocaba la alfombra
a sus pies. -¿No necesitáis
un hábil cocinero.