Alsbald
fielen die Ketten von der Jungfrau ab,
und Hans war wie verzückt über
ihre Schönheit. Sie erzählte
ihm, sie wäre eine Königstochter,
die ein wilder Graf aus ihrer Heimat geraubt
und hier in den Felsen eingesperrt hätte,
weil sie nichts von ihm hätte wissen
wollen; den Zwerg aber hätte der Graf
zum Wächter gesetzt, und er hätte
ihr Leid und Drangsal genug angetan.
Darauf setzte Hans die Jungfrau in den Korb
und ließ sie hinaufziehen. Der Korb
kam wieder herab, aber Hans traute den beiden
Gesellen nicht und dachte: Sie haben sich
schon falsch gezeigt und dir nichts von dem
Zwerg gesagt, wer weiß, was sie gegen
dich im Schild führen. Da legte er seinen
Stab in den Korb, und das war sein Glück,
denn als der Korb halb in der Höhe war,
ließen sie ihn fallen, und hätte
Hans wirklich darin gesessen, so wäre
es sein Tod gewesen. Aber nun wußte
er nicht, wie er sich aus der Tiefe herausarbeiten
sollte, und wie er hin und her dachte, er
fand keinen Rat.
»Es ist doch traurig«, sagte
er, »daß du da unten verschmachten
sollst.« Und als er so auf und ab ging,
kam er wieder zu dem Kämmerchen, wo
die Jungfrau gesessen hatte, und sah, daß der
Zwerg einen Ring am Finger hatte, der glänzte
und schimmerte. Da zog er ihn ab und steckte
ihn an, und als er ihn am Finger umdrehte,
so hörte er plötzlich etwas über
seinem Kopf rauschen. Er blickte in die Höhe
und sah da Luftgeister schweben, die sagten,
er wäre ihr Herr, und fragten, was sein
Begehren wäre.
Enseguida
desató a la doncella, cuya hermosura
tenía arrobado a Juan. Ella le contó
que era una princesa, hija de un rey, y que
un malvado conde la había raptado de
su patria y encerrado en aquella cueva, en
venganza por no haber querido ella acceder
a sus peticiones. El conde la había
puesto bajo la vigilancia de aquel enano,
el cual la había sometido a toda suerte
de vejaciones y tormentos.
Luego la instaló Juan en el cesto y
llamó a los de arriba para que la subiesen.
Volvió a bajar el cesto, pero Juan
desconfiaba de sus dos compañeros,
pensando
-ya una vez se han mostrado falsos conmigo
al callarse lo del enano. ¿Quién
sabe lo que se traen entre ceja y ceja?- Con
el fin de probarlos, colocó su bastón
en el cesto, y suerte que lo hizo así,
pues a mitad de camino soltaron los otros
la carga; y de haber estado Juan en el cesto,
sin duda se habría matado al caer.
Pero entonces se le presentó el problema
de salir de allí y, por muchas vueltas
que le dio, no encontró solución.
-Es bien triste- decía -tener que morir
aquí de hambre y sed. Andando de un
lado a otro, volvió a entrar en la
cámara que había servido de
prisión a la doncella y se fijó
en que el enano llevaba en el dedo un anillo
brillantísimo.
Se lo quitó y se lo puso; al darle
la vuelta en el dedo, de repente oyó
un rumor sobre su cabeza.
Miró hacia arriba y vio flotar unos
espíritus aéreos que le saludaron
como a su amo y le preguntaron qué
les mandaba.