»Pack
dich, Duckmäuser«, antwortete
er, »du brauchst kein Fleisch.« Aber
wie verwunderte sich der Tannendreher,
als das kleine, unscheinbare Männlein
an ihm hinaufsprang und mit Fäusten
so auf ihn losschlug, daß er sich
nicht wehren konnte, zur Erde fiel und
nach Atem schnappte. Das Männlein
ging nicht eher fort, als bis es seinen
Zorn völlig an ihm ausgelassen hatte.
Als die zwei andern von der Jagd heimkamen,
sagte ihnen der Tannendreher nichts von
dem alten Männchen und den Schlägen,
die er bekommen hatte, und dachte: Wenn
sie daheim bleiben, so können sie's
auch einmal mit der kleinen Kratzbürste
versuchen, und der bloße Gedanke
machte ihm schon Vergnügen.
Den folgenden Tag blieb der Steinklipperer
daheim, und dem ging es geradeso wie dem
Tannendreher, er ward von dem Männlein übel
zugerichtet, weil er ihm kein Fleisch hatte
geben wollen. Als die andern abends nach
Haus kamen, sah es ihm der Tannendreher wohl
an, was er erfahren hatte, aber beide schwiegen
still und dachten: Der Hans muß auch
von der Suppe kosten.
- ¡Fuera
de aquí, bribón!- respondió
el cocinero, -tú no necesitas carne.
Pero cual no sería la sorpresa de Tuerceabetos
al ver que aquel enano minúsculo e
insignificante se le echó encima y
le emprendió a puñetazos con
tanta fuerza que lo tumbó en el suelo
sin darle tiempo a defenderse. El enanillo
no lo soltó hasta haber descargado
todo su enojo sobre él.
Cuando regresaron sus dos compañeros,
Tuerceabetos no les dijo nada del hombrecillo
ni de la paliza que le propinó pensando
-el día que les toque quedarse en casa,
ya verán lo que les pasará con
la fierecilla, y sólo de imaginarlo
sentía un gran regocijo.
Al día siguiente le tocó quedarse
en casa a Desmoronarrocas, y le sucedió
lo mismo que a Tuerceabetos; el hombrecillo
lo dejó mal parado por haberse negado
a darle carne. Al llegar los otros dos al
atardecer, Tuerceabetos se dio cuenta de que
el otro había llevado lo suyo; pero
ambos se lo callaron, pensando
- también Juan tiene que probar de
esta sopa..