Abends
kamen sie in ein altes, verlassenes Schloß,
stiegen hinauf und legten sich in den Saal
schlafen. Am andern Morgen ging Hans hinab
in den Garten, der war ganz verwildert
und stand voll Dörner und Gebüsch.
Und wie er so herumging, sprang ein Wildschwein
auf ihn los; er gab ihm aber mit seinem
Stab einen Schlag, daß es gleich
niederfiel. Dann nahm er es auf die Schulter
und brachte es hinauf; da steckten sie
es an einen Spieß, machten sich einen
Braten zurecht und waren guter Dinge. Nun
verabredeten sie, daß jeden Tag,
der Reihe nach, zwei auf die Jagd gehen
sollten und einer daheim bleiben und kochen,
für jeden neun Pfund Fleisch.
Den ersten Tag blieb der Tannendreher daheim,
und Hans und der Felsenklipperer gingen
auf die Jagd. Als der Tannendreher beim
Kochen beschäftigt war, kam ein kleines,
altes, zusammengeschrumpeltes Männchen
zu ihm auf das Schloß und forderte
Fleisch.
Al anochecer
llegaron a un viejo castillo abandonado; entraron
en él y durmieron en un salón.
Por la mañana salió Juan al
jardín, el cual aparecía invadido
de espinos y matorrales.
De repente le acometió un jabalí,
pero él le dio un golpe tan fuerte
con su bastón que cayó el animal,
se lo cargó a la espalda y lo llevó
al palacio.
Allí lo espetaron en un asador y prepararon
una sabrosa comida, que puso a los tres de
muy buen humor.
Concertaron entonces que cada día,
por turno, dos saldrían de caza, y
el tercero se quedaría en casa a cocinar,
a razón de nueve libras de carne por
cabeza.
El primer día le tocó quedarse
a Tuerceabetos, mientras Juan y Desmoronarrocas
salían a cazar. Hallándose Tuerceabetos
ocupado en la preparación de la comida,
se presentó un enanillo viejo y arrugado
en el castillo y le pidió carne.