Es war einmal
ein Mann und eine Frau, die hatten nur ein
einziges Kind und lebten in einem abseits
gelegenen Tale ganz allein. Es trug sich zu,
daß die Mutter einmal ins Holz ging,
Tannenreiser zu lesen, und den kleinen Hans,
der erst zwei Jahr alt war, mitnahm.
Da es gerade in der Frühlingszeit war
und das Kind seine Freude an den bunten Blumen
hatte, so ging sie immer weiter mit ihm in
den Wald hinein.
Plötzlich sprangen aus dem Gebüsch
zwei Räuber hervor, packten die Mutter
und das Kind und führten sie tief in
den schwarzen Wald, wo jahraus, jahrein kein
Mensch hinkam. Die arme Frau bat die Räuber
inständig, sie mit ihrem Kinde freizulassen,
aber das Herz der Räuber war von Stein;
sie hörten nicht auf ihr Bitten und
Flehen und trieben sie mit Gewalt an weiterzugehen.
Nachdem sie etwa zwei Stunden durch Stauden
und Dörner sich hatten durcharbeiten
müssen, kamen sie zu einem Felsen, wo
eine Türe war, an welche die Räuber
klopften und die sich alsbald öffnete.
Éranse
una vez un hombre y una mujer que sólo
tenían un hijo y vivían completamente
solos en un valle muy apartado. Ocurrió
que un día la madre se fue por leña
y a recoger ramojos de abeto, y se llevó
consigo al pequeño Juan, que no tendría
entonces más de dos años.
Como estaban en primavera y el niño
se entretenía mucho buscando florecillas,
la madre se adentró cada vez más
en el bosque.
De pronto salieron dos bandidos de la maleza,
apresaron a la madre y al hijo y se los llevaron
a lo más tenebroso y profundo de la
selva, a un lugar donde raramente se aventuraba
nadie. La pobre mujer rogó y suplicó
a los bandoleros que la dejasen en libertad
con su hijito; pero aquellos hombres tenían
el corazón de roca y, desoyendo las
súplicas y lamentaciones de la pobre
campesina, se la llevaron por la fuerza.
Después de dos horas de penosa marcha
entre matas y espinos llegaron a una roca,
en la que había una puerta, la cual
se abrió al llamar los bandidos.