Da nahm
der eine der kleinen Knaben den Soldaten
und warf ihn gerade in den Ofen, obwohl
er gar keinen Grund dafür hatte; es
war sicher der Kobold in der Dose, der schuld
daran war. Der Zinnsoldat stand ganz beleuchtet
da und fühlte eine Hitze, die erschrecklich
war; aber ob sie von dem wirklichen Feuer
oder von der Liebe herrührte, das wußte
er nicht. Die Farben waren ganz von ihm
abgegangen – ob das auf der Reise
geschehen oder ob der Kummer daran schuld
war, konnte niemand sagen. Er sah das kleine
Mädchen an, sie blickte ihn an, und
er fühlte, daß er schmelze, aber
noch stand er standhaft mit dem Gewehre
im Arm. Da ging eine Tür auf, der Wind
ergriff die Tänzerin, und sie flog,
einer Sylphide gleich, gerade in den Ofen
zum Zinnsoldaten, loderte in Flammen auf
und war verschwunden.
Da schmolz der Zinnsoldat zu einem Klumpen,
und als das Mädchen am folgenden Tage
die Asche herausnahm, fand sie ihn als ein
kleines Zinnherz; von der Tänzerin
hingegen war nur der Stern noch da, und
der war kohlschwarz gebrannt.
En éstas, uno de los chiquillos, cogiendo al soldado, lo tiró a la chimenea, sin motivo alguno; seguramente la culpa la tuvo el duende de la tabaquera.
El soldado de plomo quedó todo iluminado
y sintió un calor espantoso, aunque
no sabía si era debido al fuego o al
amor.
Sus colores se habían borrado también,
a consecuencia del viaje o por la pena que
sentía; nadie habría podido
decirlo. Miró de nuevo a la muchacha,
se encontraron las miradas de los dos, y él
sintió que se derretía, pero
siguió firme, arma al hombro. Se abrió
la puerta, y una ráfaga de viento se
llevó a la bailarina, que, cual una
sílfide, se levantó volando
para posarse también en la chimenea,
junto al soldado; se inflamó y desapareció
en un instante.
A su vez, el soldadito se fundió, quedando
reducido a una pequeña masa informe.
Cuando, al día siguiente, la criada
sacó las cenizas de la estufa, no quedaba
de él más que un pequeño
corazón de estaño; de la bailarina,
en cambio, sólo había quedado
la estrella, carbonizada y negra.