Der heilige
Petrus saß gerade dabei als Torwächter.
Der Bruder Lustig erkannte ihn gleich und
dachte: »Hier findest du einen alten
Freund, da wirds besser gehen.« Aber
der heilige Petrus sprach: »Ich glaube
gar, du willst in den Himmel?«
»Lass mich doch ein, Bruder, ich muss
doch wo einkehren; hätten sie mich
in der Hölle aufgenommen, so wär
ich nicht hierher gegangen.«
»Nein,« sagte der heilige Petrus,
»du kommst nicht herein.« »Nun,
willst du mich nicht einlassen, so nimm
auch deinen Ranzen wieder; dann will ich
gar nichts von dir haben,« sprach
der Bruder Lustig.
»So gib ihn her«, sagte der
heilige Petrus. Da reichte er den Ranzen
durchs Gitter in den Himmel hinein, und
der heilige Petrus nahm ihn und hing ihn
neben seinen Sessel auf. Da sprach der Bruder
Lustig: »Nun wünsch ich mich
selbst in meinen Ranzen hinein.« Husch,
war er darin, und saß nun im Himmel,
und der heilige Petrus musste ihn darin
lassen.
San Pedro
se encontraba exactamente en la portería.
Hermano Alegre lo reconoció en seguida
y pensó -éste es un viejo amigo;
aquí tendrás más suerte.
Pero San Pedro le dijo
- pienso que quieres entrar en el cielo.
- Déjame entrar, hermano; en un lugar
u otro tengo que refugiarme. Si me hubiesen
admitido en el infierno, no habría
venido hasta aquí.
- No -dijo San Pedro, -aquí no entras.
- Está bien; pero si no quieres dejarme
pasar, quédate también con la
mochila; no quiero guardar nada que venga
de ti- dijo Hermano Alegre.
- Dámela- respondió San Pedro.
Entonces le alargó la mochila a través
de la reja al cielo, y San Pedro la tomó
y la colgó al lado de su asiento. Dijo
entonces Hermano Alegre
- ¡ahora deseo estar dentro de la mochila!
Y, ¡cataplum!, en un santiamén
estuvo en ella, y, por tanto, en el cielo.
Y San Pedro no tuvo más remedio que
admitirlo.