In der dritten
Nacht setzte er sich wieder auf seine Bank
und sprach ganz verdrießlich: "Wenn
es mir's nur gruselte !"
Als es spät ward, kamen sechs große
Männer und brachten eine Totenlade hereingetragen.
Da sprach er:"He, ha, das ist gewiß
mein Vetterchen, das erst vor ein paar Tagen
gestorben ist", winkte mit dem Finger
und rief:"Komm Vetterchen, komm !"
Sie stellten den Sarg auf die Erde, er aber
ging hinzu und nahm den Deckel ab: Da lag
ein toter Mann darin. Er fühlte ihm ans
Gesicht, aber es war kalt wie Eis.
"Wart", sprach er, "ich will
dich ein bißchen wärmen",
ging ans Feuer, wärmte seine Hand und
legte sie ihm aufs Gesicht, aber der Tote
blieb kalt. Nun nahm er ihn heraus, setzte
sich ans Feuer und legte ihn auf seinen Schoß
und rieb ihm die Arme, damit das Blut wieder
in Bewegung kommen sollte.
Als auch das nichts helfen wollte, fiel ihm
ein, "wenn zwei zusammen im Bett liegen,
so wärmen sie sich", brachte ihn
ins Bett deckte ihn zu und legte sich neben
ihn. Über ein Weilchen ward der Tote
warm und fing an, sich zu regen. Da sprach
der Junge: "Siehst du, Vetterchen, hätt'
ich dich nicht gewärmt!" Der Tote
aber hub an und rief: "Jetzt will ich
dich erwürgen." "Was",
sagte er, "ist das mein Dank ? Gleich
sollst du wieder in deinen Sarg", hob
ihn auf, warf ihn hinein und machte den Deckel
zu; da kamen die sechs Männer und trugen
ihn wieder fort.
La tercera
noche, sentado nuevamente en su banco, suspiraba
mohíno y malhumorado: «¡Por
qué no puedo sentir miedo!».
Era ya bastante tarde cuando entraron seis
hombres fornidos llevando un ataúd.
Dijo él entonces: -Ahí debe
de venir mi primito, el que murió hace
unos días. -Y, haciendo una seña
con el dedo, lo llamó -¡ven,
primito, ven aquí!
Los hombres depositaron el féretro
en el suelo. El mozo se les acercó
y levantó la tapa: contenía
un cuerpo muerto. Le tocó la cara,
que estaba fría como hielo.
-Espera -dijo-, voy a calentarte un poquito.
Y, volviéndose al fuego a calentarse
la mano, la aplicó seguidamente en
el rostro del muerto; pero éste seguía
frío. Lo sacó entonces del ataúd,
se sentó junto al fuego con el muerto
sobre su regazo, y se puso a frotarle los
brazos para reanimar la circulación.
Como tampoco eso sirviera de nada, se le ocurrió
que metiéndolo en la cama podría
calentarlo mejor. Lo acostó, pues,
lo arropó bien y se echó a su
lado. Al cabo de un rato, el muerto empezó
a calentarse y a moverse. Dijo entonces el
mozo -¡ves, primito, cómo te
he hecho entrar en calor! Pero el muerto se
incorporó, gritando: -¡Te voy
a estrangular!
-¿Qué? -exclamó el muchacho-.
¿Así me lo agradeces? Pues te
volverás a tu ataúd. Y, levantándolo,
lo metió en la caja y cerró
la tapa. En esto entraron de nuevo los seis
hombres y se lo llevaron.