Sie fing
an zu weinen und wußte vor Angst nicht,
was sie anfangen sollte. »Ach, wie
wird mirs ergehen!« rief sie, »was
wird mein Mann dazu sagen!«
Sie lief heim und erzählte ihm das
Unglück.
»Wer setzt sich auch an die Ecke des
Marktes mit irdenem Geschirr!« sprach
der Mann, »laß nur das Weinen,
ich sehe wohl, du bist zu keiner ordentlichen
Arbeit zu gebrauchen. Da bin ich in unsers
Königs Schloß gewesen und habe
gefragt, ob sie nicht eine Küchenmagd
brauchen könnten, und sie haben mir
versprochen, sie wollten dich dazu nehmen;
dafür bekommst du freies Essen.«
Ella se
echó a llorar y, angustiada, no sabía
que hacer. - ¡Ay, qué será
de mí! - exclamó. - ¡Qué
va a decir mi marido!
Corrió a su casa y le explicó el percance.
- ¿A quién se le ocurre ponerse
en el ángulo del mercado con vasijas
de barro? - dijo el marido. - Bueno, déjate
de llorar, bien veo que no sirves para ningún
trabajo serio. He estado en el palacio de
nuestro rey a preguntar si necesitaban una
asistenta de cocina, y me han prometido ocuparte.
Así te ganarás la comida.