Der Tod
gab jedes Kleinod für einen Gesang,
und die Nachtigall fuhr fort zu singen.
Sie sang von dem stillen Gottesacker, wo
die weißen Rosen wachsen, wo der Flieder
duftet und wo das frische Gras von den Tränen
der Überlebenden befeuchtet wird.
Da bekam der Tod Sehnsucht nach seinem Garten
und schwebte wie ein kalter, weißer
Nebel aus dem Fenster.
»Dank, Dank!«, sagte der Kaiser,
»du himmlischer, kleiner Vogel, ich
kenne dich wohl! Dich habe ich aus meinem
Lande und Reich gejagt, und doch hast du
die bösen Geister von meinem Bette
weggesungen, den Tod von meinem Herzen weggeschafft!
Wie kann ich dir lohnen?« »Du
hast mich belohnt!«, sagte die Nachtigall.
»Ich habe deinen Augen Tränen
entlockt, als ich das erste Mal sang, das
vergesse ich nie; das sind die Juwelen,
die ein Sängerherz erfreuen. Aber schlafe
nun und werde stark, ich werde dir vorsingen!«
Sie sang, und der Kaiser fiel in süßen
Schlummer; mild und wohltuend war der Schlaf!
Y la
Muerte le fue dando aquellas joyas a cambio
de otras tantas canciones, y el ruiseñor
siguió cantando, cantando del silencioso
camposanto donde crecen las rosas blancas,
donde las lilas exhalan su aroma y donde
la hierba lozana es humedecida por las lágrimas
de los supervivientes. La Muerte sintió
entonces nostalgia de su jardín y
salió por la ventana, flotando como
una niebla blanca y fría.
-¡Gracias, gracias! -dijo el emperador-.
¡Bien te conozco, avecilla celestial!
Te desterré de mi reino; sin embargo,
con tus cantos has alejado de mi lecho los
malos espíritus, has ahuyentado de
mi corazón la Muerte. ¿Cómo
podré recompensarte?
-Ya me has recompensado -dijo el ruiseñor-.
Arranqué lágrimas a tus ojos
la primera vez que canté para ti;
esto no lo olvidaré nunca, pues son
las joyas que contentan al corazón
de un cantor. Pero ahora duerme y recupera
las fuerzas, que yo seguiré cantando.
Así lo hizo, y el soberano quedó
sumido en un dulce sueño; ¡qué
sueño tan dulce y tan reparador!