»Nun
müssen wir zurück, du wirst vermißt!«,
sagte er. »Nur einen Blick noch«,
bat sie; »nur einen einzigen kurzen
Augenblick.« »Wir müssen
zur Erde, alle Gäste gehen schon fort.«
»Nur einen Blick den letzten.«
Klein-Helga, stand wieder auf der Veranda
– aber alle Fackeln draußen
waren gelöscht, alle Lichter im Hochzeitssaal
waren fort, die Störche fort, keine
Gäste zu sehen, kein Bräutigam,
alles wie fortgeweht während der drei
kurzen Augenblicke. Da überkam Helga
eine Angst; sie ging durch die große,
leere Halle in die nächste Kammer hinein.
Dort schliefen fremde Soldaten. Sie öffnete
die Seitentür, die in ihre eigene Stube
hineinführte, und als sie darin zu
stehen vermeinte, stand sie draußen
im Garten. – So war es doch hier vorhin
nicht gewesen; rötlich schimmerte der
Himmel, der Tag graute herauf. Drei Augenblicke
im Himmel nur, und eine ganze Erdennacht
war vergangen!
-Debemos volvernos, te echarán de menos -dijo el sacerdote. -¡Otra mirada! -suplicó ella-. ¡Sólo otro instante! -Tenemos que bajar a la Tierra, todos los invitados se marchan. -Una mirada, la última. Y Helga se encontró de nuevo en la terraza... pero todas las antorchas del exterior estaban apagadas, las luces de la cámara nupcial habían desaparecido, así como las cigüeñas. No se veían invitados, ni el novio... todo se había desvanecido en aquellos tres breves instantes.
Helga sintió una gran angustia, y, atravesando la enorme sala desierta, entró en el aposento contiguo. Dormían en él soldados forasteros. Abrió la puerta lateral que conducía a su habitación y cuando creía estar en ella se encontró en el jardín. Toda la casa había cambiado. En el cielo había un brillo rojizo; faltaba poco para despertar el alba.
Sólo tres minutos en el cielo, y en la Tierra había pasado toda una noche.