Am Morgen
schien die Sonne auf den flachgedrückten
kleinen Sommernarren herab, der aussah,
als sei er auf den Boden gemalt. Das Mädchen,
das auskehrte, nahm ihn auf und legte ihn
in eins der Bücher auf dem Tische,
weil sie glaubte, daß er dort herausgefallen
sei, als die aufräumte und das Zimmer
in Ordnung brachte. Und die Blume lag wieder
zwischen Versen, gedruckten Versen und die
sind viel vornehmer als die geschriebenen,
wenigsten haben sie mehr gekostet. So vergingen
Jahre. Das Buch stand auf dem Bücherbrett.
Nun wurde es hervorgeholt, geöffnet
und gelesen. Es war ein gutes Buch, Verse
und Lieder, die er wert sind, gekannt zu
werden. Und der Mann, der das Buch las,
wandte das Blatt um.
Por la
mañana el sol brilló sobre
la campanilla comprimida, que parecía
pintada en el suelo. La criada la recogió
al barrer y la puso en uno de los libros
de encima de la mesa, creyendo que se habría
caído al cambiarlos de sitio.
Y otra vez se encontró la flor entre
versos impresos, más distinguidos
todavía que los manuscritos; por
lo menos se pagan más.
Pasaron años, y el libro siguió
en su anaquel. Un día lo sacaron,
abrieron y leyeron. Era un buen libro: poemas
y canciones del poeta danés Ambrosio
Stub, muy digno de ser conocido. Y el hombre
que lo leía, volvió la hoja.