Es ist
Winterszeit, die Luft kalt, der Wind scharf,
aber zu Hause ist es warm und gut; zu Hause
lag die Blume, sie lag in ihrer Zwiebel
unter Erde und Schnee. Eines Tages fiel
Regen. Die Tropfen drangen durch die Schneedecke
in die Erde hinab, rührten die Blumenzwiebel
an und meldeten von der Lichtwelt über
ihnen. Bald drang auch der Sonnenstrahl
fein und bohrend durch den Schnee, bis zur
Zwiebel hinab und stach sie. »Herein!«,
sagte die Blume. »Das kann ich nicht«,
sagte der Sonnenstrahl, »ich bin nicht
stark genug, um aufzumachen, ich bekomme
erst im Sommer Kraft.« »Wann
ist es Sommer?«, fragte die Blume,
und das wiederholte sie, so oft ein neuer
Sonnenstrahl hinabdrang. Aber es war noch
weit bis zur Sommerzeit. Noch lag der Schnee,
und das Wasser gefror zu Eis – jede
einzige Nacht.
Era invierno, el aire frío, el viento cortante, pero en el hogar se estaba caliente y a gusto, y la flor yacía en su casita, encerrada en su bulbo, bajo la tierra y la nieve. Un día llovió, las gotas atravesaron la capa de nieve y penetraron en la tierra, tocaron el bulbo y le hablaron del luminoso mundo de allá arriba; poco después, un rayo de sol taladró a su vez la nieve y fue a llamar a la corteza del bulbo. -¡Adelante! -dijo la flor. -No puedo -respondió el rayo de sol-. No tengo bastante fuerza para abrir. Hasta el verano no seré fuerte. -¿Cuándo llegará el verano? -preguntó la flor, y fue repitiendo la misma pregunta cada vez que llegaba un nuevo rayo de sol. Pero faltaba aún mucho para el verano. El suelo estaba cubierto de un manto de nieve, y todas las noches se helaba el agua.