Nun kamen
sie an ein Bauernhaus und hörten darin
gewaltig jammern und schreien, da gingen
sie hinein, so lag der Mann darin auf den
Tod krank und war nah am Verscheiden, und
die Frau heulte und weinte ganz laut. »Lasst
Euer Heulen und Weinen,« sprach der
heilige Petrus, »ich will den Mann
wieder gesund machen,« nahm eine Salbe
aus der Tasche und heilte den Kranken augenblicklich,
so dass er aufstehen konnte und ganz gesund
war. lenguas Mann und Frau in großer
Freude:»Wie können wir Euch lohnen?
Was sollen wir Euch geben?« Der heilige
Petrus aber wollte nichts nehmen, und je
mehr ihn die Bauersleute baten, desto mehr
weigerte er sich. Der Bruder Lustig aber
stieß den heiligen Petrus an und sagte:
»So nimm doch was, wir brauchens ja.«
Endlich brachte die Bäuerin ein Lamm
und sprach zu dem heiligen Petrus, das müsste
er annehmen, aber er wollte es nicht. Da
stieß ihn der Bruder Lustig in die
Seite und sprach: »Nimms doch, dummer
Teufel, wir brauchens ja.« Da sagte
der heilige Petrus endlich: »Ja, das
Lamm will ich nehmen, aber ich trags nicht:
wenn dus willst, so musst du es tragen.«
»Das hat keine Not,« sprach
der Bruder Lustig, »das will ich schon
tragen,« und nahms auf die Schulter.
Nun gingen sie fort und kamen in einen Wald,
da war das Lamm dem Bruder Lustig schwer
geworden, er aber war hungrig, also sprach
er zu dem heiligen Petrus:»Schau,
da ist ein schöner Platz, da könnten
wir das Lamm kochen und verzehren.«
»Mir ists recht,« antwortete
der heilige Petrus, »doch kann ich
mit der Kocherei nicht umgehen: willst du
kochen, so hast du da einen Kessel, ich
will derweil auf- und abgehen, bis es gar
ist.
No tardaron en llegar a una casa de campo, de cuyo interior salían agudos gritos y lamentaciones. Al entrar se encontraron con que el marido se hallaba a punto de morir, por lo que la mujer lloraba a voz en grito.
- Basta de llorar y gritar -le dijo San Pedro-,
yo curaré a vuestro marido -y sacándose
una pomada del bolsillo, en un santiamén
hubo curado al hombre, el cual se levantó
completamente sano. El hombre y la mujer,
fuera de sí de alegría, le dijeron
- ¿cómo podremos pagaros? ¿Qué
podríamos daros? Pero San Pedro se
negó a aceptar nada, y cuanto más
insistían los labriegos, tanto más
se resistía él. Hermano Alegre,
dando un codazo a San Pedro, le susurró
- ¡acepta algo, hombre, bien lo necesitamos!
Por fin, la campesina trajo un cordero y dijo
a San Pedro que debía aceptarlo; pero
él no lo quería. Hermano Alegre,
dándole otro codazo, insistió
a su vez
- ¡tómalo, zoquete, bien sabes
que lo necesitamos! Al cabo, respondió
San Pedro
- bBueno, me quedaré con el cordero;
pero no quiero llevarlo; si tú quieres,
carga con él.
- ¡Si sólo es eso! -exclamó
el otro-. ¡Claro que lo llevaré!
-. Y se lo cargó al hombro.
Siguieron caminando hasta llegar a un bosque;
el cordero le pesaba a Hermano Alegre, y además
tenía hambre, por lo que dijo a San
Pedro
- mira, éste es un buen lugar; podríamos
degollar el cordero, asarlo y comérnoslo.
- No tengo inconveniente -respondió
su compañero-; pero como yo no entiendo
nada de cocina, lo habrás de hacer
tú, ahí tienes un caldero; yo,
mientras tanto, daré unas vueltas por
aquí, hasta que esté asado.
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